LULU LA GATA LOCA

viernes, 26 de febrero de 2010

                                              
                                                     DEL SUFRIMIENTO A LA PAZ

Exctato del libro “Dalla Sofferenza alla Pace” (Del Sufrimiento a la Paz), de Ignacio Larrañaga......................Un regalo que comparto con uds.......
Para comprender el misterio doloroso del hombre, debemos dejar la corriente zoológica y navegar en sentido contrario hasta las remotas e indeterminadas latitudes pre-humanas de dónde venimos.

Después de esta zambullida en tales mares profundos y después de estar atracados en el muelle de los orígenes ancestrales del hombre, encontramos que los seres que lo han precedido en la escala general de la existencia, los animales, no se crean problemas para vivir; al contrario, encuentran todas las dificultades resueltas. Estos seres pre-humanos están dotados de mecanismos instintivos mediante los cuales satisfacen automáticamente – casi mecánicamente- sus necesidades elementales. Por esto no sufren de preocupaciones ni de ansiedades.

Un halcón, un reptil, un antílope o un crustáceo viven sumergidos, como en un mar, en el seno feliz y armonioso de la creación universal. Dicho seno sin contornos es un inmenso hogar en el cual los seres pre-humanos viven “al calor”, en sentido agradable, y en plena armonía, como en un misterioso mesenterio, que recubre y unifica todos y cada uno de los seres de la escala zoológica.

Viven, por lo tanto, en una especie de unidad vital con otros seres. No conocen el aburrimiento ni la insatisfacción. Repitámoslo, no tienen problemas. No pueden ser más felices de lo que son. Se sienten plenamente realizados. Viven esta “felicidad” sensorialmente, si bien, como es obvio, no en forma consciente. También el hombre vivía así en las primeras etapas de su evolución.

Pero en una de éstas, aquella criatura que hoy llamamos hombre, toma conciencia de sí mismo: supo que sabía, supo quién era. Ese emerger fue para el hombre, una ocasión de maravillosas, por no decir infinitas, posibilidades, pero, a la misma vez, una desgracia con caracteres casi de catástrofe.

Sintió que se despedazaban las ligaduras instintivas que lo unían al “paraíso”, de aquel hogar feliz. Comenzó a experimentar la típica soledad de un exiliado, de alguien que ha sido expulsado de una “patria” feliz.

Se sintió solitario, porque percibió que ahora era él mismo, diferente de los otros y separado de todos; que no estaba más integrado unitariamente en el inmenso panteón de la creación, y que ya no era más una parte de aquel íntimo tejido con todos los otros seres, sino que estaba aparte. Y por primera vez sintió la tristeza y la soledad.

Se despertó de la larga y dulce noche pre-humana; y, al abrir los ojos y tomar conciencia de sí mismo, la vida parece un enorme y escalofriante problema: debía aprender a vivir.

Antes la vida se le ofrecía espontáneamente y en forma deliciosa; ahora habría debido aprender a hacer los primeros pasos con trabajo y fatiga. Antes el vivir era un hecho perfecto: ahora un arte; Antes un placer, ahora un desafío: habría debido de improvisar todo, con los riesgos correspondientes. De ahora en adelante lo desconocido habría de ser su pan y la incertidumbre su atmósfera.

Semejante despertar de conciencia fue equivalente, en exacto paralelismo, al drama de un nacimiento: en el seno materno la criatura tenía todo asegurado: respiraba y se alimentaba de la madre a través del cordón umbilical, sin ningún esfuerzo. Vivía en unidad perfecta con ella, en una simbiosis plenamente gozosa, sin riesgos ni peligros. Viene a la luz y todo son problemas: debe comenzar a respirar, a nutrirse laboriosamente; y, a lo largo de los años y hasta la muerte, su existencia será un incesante aprendizaje de vivir. Todo eso acontece con el “nacimiento” del hombre en el proceso evolutivo.

Al tomar conciencia de sí mismo, el hombre midió con precisión sus capacidades y también sus límites, y estos últimos se convirtieron en los muros estrechos de una cárcel, entre los cuales se sintió y continúa sintiéndose encerrado, sin posibilidad de evadirse. ¿Cómo y hacia cuál dirección escapar? Y por primera vez el hombre sintió la sensación de estar abandonado e impotente.

Sin que le fuera solicitada su autorización, sin que él lo quisiese, se vio lanzado al mundo; y, de repente, encontró un ser desconocido, él mismo, en un lugar y un tiempo que no había escogido, con una existencia no solicitada y una personalidad no tallada por su mano, con misteriosas dicotomías, que, como cuñas, lo dividen y desintegran, sin saber si es un amasijo de piel, carne, huesos, nervios y músculos, o si más allá de todo eso su existencia tiene un sentido.

El hombre se miró y se encontró extraño consigo mismo, como si hubiese simultáneamente dos personalidades, un ser incomprendido e incomprensible. Un gran desorden, poblado de interrogantes, cubrió su horizonte como una densa niebla. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y sobre todo ¿qué hago conmigo mismo?

Elevó los ojos y allá abajo, a lo lejos, entrevió la puerta roja de la muerte. Se analizó y concluye que es un ser nacido para morir. Rodeado por los cuatro lados, asediado como una ciudad indefensa, cercado a diestra y siniestra por las fieras, ¿cómo escapar? Y la angustia levantó su negra cabeza, cerrándole el paso, y le atenazó los huesos y las vísceras. ¿En cuál dirección huir? No podía regresar al paraíso de la etapa pre-humana; esa salida estaba cerrada. Y viendo cerradas todas las salidas de la ciudad, el hombre pensó y deseó por primera vez la falsa escapatoria de la muerte.

La razón lo obliga a caminar por infinitos lugares desolados hacia metas inaccesibles. Se propone alcanzar una cima y, alcanzándola, visualiza más allá una montaña más alta que lo atrae. Alcanzada esta segunda cima, ve otra cumbre más elevada que, como una luz fatídica, lo seduce irresistiblemente. Gana también esta cima, …, y así una después de la otra, su vida es un proyecto escalonado de cimas siempre más elevadas, y siempre más lejanas, y eso termina por dejarlo siempre desencantado e inquieto.

Condenado a avanzar siempre, siempre más allá, el hombre no puede detenerse, porque está sujeto a un imperativo categórico que no lo deja en paz, sino que lo empuja hacia la odisea que no tendrá fin, hacia una tierra prometida que no alcanzará jamás. El hombre es un arco en tensión destinado a alcanzar estrellas imposibles.

Seducido por todo aquello que no conoce, irrumpe en las regiones ignotas para descifrar enigmas y llenar los espacios vacíos. Vive atormentado por anhelos interiores que él mismo no comprende y que, por otra parte, no es capaz de calmar; ellos lo arrastran hacia el infinito y lo absoluto y lo obligan a darse la razón de su existir y a conseguir respuestas a todas las preguntas.

Viene de un mundo unitario. Tal huella original lo obliga a buscar la unidad consigo mismo y con los demás; pero simultáneamente se siente disociado por urgencias interiores y desafíos externos. La razón le sugiere una cosa, la emoción otra. Desea mucho pero puede bastante poco. Lucha por complacer a todos y no lo logra. Busca la armonía consigo mismo y con los demás, y, todavía, está siempre en tensión. Siente sensaciones desagradables como la ansiedad, la depresión, la dispersión…, y no dispone de armas para alejarlas.

Su mente es, a menudo, una prisión en la que se siente atrapado; y no puede eliminarlas, si lo deseare, ni salir de ellas. Y así a veces una nube de obsesiones lo obliga a girar, a girar como una mariposa alrededor de una alucinación obsesiva, sin lograr evadirse.

En sustancia, concluiremos con E. Fromm que “la mente humana es la bendición y la maldición del hombre”. En verdad, la historia lanza continuamente desafíos al hombre: cómo poner fin a las guerras, vencer el hambre, la enfermedad, la pobreza… Pero por encima de esas altas tareas que la historia pueda asignarle, su tarea fundamental, y que va más allá de la historia misma, es y será siempre: cómo y qué cosa hacer para llegar a ser dueño de la propia mente, de sí mismo. Y para decirlo de otra manera: qué cosa hacer para que la mente sea solamente fuente de bendición.

Comentario: Como pueden ver, es una forma muy poética de explicar la angustia que nos acompaña toda la vida, siempre buscando el pájaro azul, la vida feliz, la paz de nuestras almas. Vean la similitud entre este capítulo y la leyenda bíblica de Adán y Eva en el paraíso terrenal.
La felicidad no es una posada en el camino, es una forma de caminar por la vida...........

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